LOS 12 CAPÍTULOS DEL HOMBRE AZUL
I
hombres de azul rondando moscas
emergiendo en pájaros de barro
mientras observas el tiempo perdido de Lutero
creces en teorías euclidianas
para ser negros asbestos
para ser sombras de un respiro agorero
o un su desierto en viernes conjurados
de mirarte te miro y
sin embargo sigues siendo niebla
utopía en pésames de esquirlas.
II
azul hombre de águilas
fluyes en paraísos soñados
detrás de carrozas de papel
descalzado de alegrías
como rosa prendida en una espina
para dar besos en bocas sin alientos
y en el ultimo recodo
para ser remiendo de molinos polvorientos
de rotos espejos
queriendo ser mi patria de ausencias
pero no hay nada más que
una mano en señal de adiós
accidente de sonrisas al vientos huracanados
creciendo en la higuera.
III
hombres sin color
sin sueños
sin caminos
ay hombres, hombres…
que suben al monte para ver su pasado
Y…a ver
si alcanzas a amarrarte los pasadores
de tus pies descalzos.
IV
y vendrás
a tomar de tu pan
a comer de su alforja
escarbando la tierra
el fuego y la piedra fría
y vendrás rompiendo llantos
abriendo universos
apagando vacíos
rompiendo ventanas
en un trato
cuyo pacto será
fortunas de almas diezmadas
en donde no cabe más razones
que un caño abierto
para mi sueño herido harta el morir anestésico
V
y vendrás hombre de azul
lazando a un camello
borrando las huellas
soplando el viento
para que no corra más todavía
y entre escaleras
rondando moscas
emergerás en pájaros de barros en carteles
mientras observas el tiempo perdido de Zaratustra
creciendo en teorías darvinianas
para ser razones utópicas en ciernes
para ser sombras de un respiro agorero
o un su desierto en viernes conjurados
VI
de mirarte te miro y
sin embargo sigues siendo fantasma
utopía en pésames de escafandras
azul hombre de serpientes
fluyes en limbos anacoretas
detrás de almas en el purgatorio
calzado de llantos
clavel herido por tu mano
cascabeles e hipopótamos dormidos
nombrando sus lenguas ignotas.
VII
dormirás enredado a ti
intentando mimetizarse en tu pasado
deshojando miradas
para hallar en cada pétalo de tu iris
caminos zurcidos a cataratas
así no entiendas que las penas
se zurcen de lado a lado
y encallando siluetas
al amanecer en tu última estación
tu planeta germinara para ser genealogías
diluyendo tu luz en existencias aliñadas
y bifurcando su redondez serás recta otra vez.
VIII
otra vez, desembarcando sospechas
y en desusados bordes
maniatados tus pensamientos
postergarás tu moneda
agitando recuerdos
ay, hombre de azul
que amarillo color tienen en tus pasos
y
atezado de vaivenes
irás tras la caza de vaivenes como el eco
abriendo un libro prohibido en el desierto
soplando tu dinastía
porque eres piedra de hoguera
solo allí lamerás hasta la sombra
para que no quede nada de ti en el camino.
y bordando tu talle
signaras a mi tierra tu frutos
IX
y mi fruto
gritará sus días
esperanzado de ayeres
sin sentir su pesada cruz en manos
sin oír sus ecos en voz
tus bosques en argamasa
surtirán el sueño de pieles
de leyes y misterios
mucho que hacer
pastar peces
cazar alondras
porque de ti
no aprenderé sino mi
brillo en mis labios
surcando en tu gesto
y aprendiendo tu azul sueño
velaré tu piel en esta existencia
para que ser 21 gramos otra vez.
X
otra vez volaré
para traerte en mi llano
en mi desierto
en mi cumbre
arrancando la leña
ovillando tu cabellera
en la señal de un vuelo
que a mi diestra ha posesionado sus ojos
y para que no sufras más todavía
fumaré un cigarro
para ser garabato en un cometín
que surcando el horizonte
para no perderme
en tu capa de piel
perfume tu sexo hombre.
XI
hombre, sumado a tu eslabón irás
disculpando momentos y destinos
en alegrías repletas de bosques y misterios
de irisadas bandadas de palomas
dominados por el arañazo de tus ojos
surtiendo destinos a granel
porque te has hecho desiertos
por eso miraré a través de tus venas
para hallar el cincel de mis olvidos
a tu piel detenida en tu amanecer
que espera su sentencia última.
XII
sentencia última de amar su redondez
en sus iris abarrotados de espumas
urdimbre de promesas
himnos de Agamenón
vetustos caminos de caballos
cascos y crines
y en ésta que es la hora última de tus desvelos y vestiduras
no más habrán sonrisas que estrenar
ni encajen en tu plumaje y cabellera de musgos
sólo estará la espada a la diestra
cubierta de negras mariposas
enredadas a tu olvido sánscrito para darte
tu último adiós en réquiem
cantando con Penélopes y Aquiles.