Gustavo Gareiz, Argentina

Queridos amigos bordeadores de la palabra: Desde Argentina, tengo el inmenso placer de compartir con Ustedes la publicación de mi primer libro, Bestiarios Urbanos. En él publico poesías nacidas de mi profundo malestar en la vida de la ciudad y con los monstruos que la violencia urbana excita en nosotros. La promoción del libro puede verse a través del link de la editorial:

edicionesdelacultura.blogspot.com

Comparto con ustedes algunos de los poemas de mi libro, el cual estaré presentando el
próximo 24 de abril de 2009, aquí en Buenos Aires.


MENAJE TRUHÁN

La cama elevada sobre el piso,
vapor de azufre y dos miradas.
Invitación imprevista
tras un “Mi amor” en estéreo;
dos aromas de mujer,
póstumo convite y nueva mesa.
Dedos entumecidos que no descifran bocado
vuelan sobre los pliegues de seda,
mitad mantel, mitad mortaja.
La cuchara de mis yemas se va llagando,
mientras mis dientes ensayan la cuchilla
que disfraza la rabia con traje de Sade.
Soy tenedor de impotencia, y nada tengo
más que la certeza de un adiós retardado,
falaz y lujurioso.
Los gemidos se diluyen
y mi deseo impuesto de actor de comedia
servido a la carta.
Dos cuerpos de mujer
y una cárcel sin alma:
perfecto anticipo de hecatombes sin rito,
únicas, efímeras y necias.
Jirones de mujer,
partículas del simulacro.
Euforia sin gargantas,
venas sin sangre
y tres vidas, menos una.
La mía (si era mía)
la devoró el tiempo de la máscara.




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ESENCIA INEXISTENCIA

Ahí está, cadáver exquisito
sobre el que cada hombre escupe
su tatuaje.
Juega a caminar, simulando
la vida que solo insinúa un suspiro
cada tanto.
Dice su álbum que creció amada,
pero el diario de sus ojos desalineados
la desmiente.
La insultan, la maldicen, la matan;
nada describe la desgracia de encerrarse
tras el rictus y el rito.
Monalisa perversa que decolora
en cada beso y a base de óleo de unción extrema
reafirma la muerte.
Alfonsina sin palabras, Venus con brazos,
Marilyn sin diamante, virgen sin castidad ni fieles,
tu trono colapsa
y renace exhalado con cada gemido convulso,
con cada vena que la sangre enmohecida por el engaño
y la gloria
supieron destinarte.
Tacos y agujas,
columnas vertebrales de la medianía espinosa.
Tu euforia muda.
Tu intuición ciega.
Tu insípido sudor.
Tu caricia en coma.
Tu olor sin perfume.
Y mi amor
sin sentido.













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BESTIARIOS URBANOS

La fachada sintética, arrugada o deslucida,
secuaz principal de su negada existencia,
es la brújula de sangre y venas que pierde caminos
y traza invisibles senderos de penumbra.
No son una sino miles las bestias guarnecidas,
tras los muros agendados, tras los gemidos cuadrafónicos,
tras los pellejos futuros, tras las miradas resecas.
Son dragones con viscerales fuegos, sacrifican esencias,
son cíclopes tácitos, imperceptibles pero brutales,
son hidras con faringes sedientas de revanchas,
son serpientes que reptan entre arterias y osamentas.
Quimeras multipropósito, escorpiones narcisistas,
grifos de humores pestilentes, perfumados desde la libre compra,
arpías desnutridas, deseosas de un último bocado,
cínicas sirenas, sempiternas pulgadas de la hipocresía.
No son uno sino miles lo sueños que las evocan,
con ojos cerrados o abiertos, con pulgares tiesos o angustiados.
Hablan de su omnipresencia, pérfida intuición de los recuerdos,
las bestias son las sombras sin más proyecto que su persistencia.
Cada bestiario espeja soberano al que lo vislumbra
para luego jugar a destruirlo, apenas una utopía sin morada.
Cada bestiario es el otro bestiario, no hay espejo, solo autorreferencia.
Se simula hemisferio, sólo coexiste entre artificios.
Cada bestiario es insignificante, pero también implacable y eterno.
No puede morir porque es muerte, solo presume los instantes,
entre barras numeradas, entre eufóricas pagodas,
entre frías circunferencias y cuadraturas siempre vivas.
Las bestias copan la escena
y brindan a la peste de las carnes vanas.

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ACANTILADOS DEL TIEMPO

Falacia sonora de un Cronos comediante,
encerrarse en sí mismo figurándose arena.
Cronos es piedra, cortante y lasciva,
piedra que besan los mares de lo sublime.
Cronos es un verdugo cobarde con embajadores
que cumplen indulgentes la tarea amarga
y recuerdan su paso, ya poetas, ya sabios,
cuando sólo son sicarios de un dios inventado.
Cronos es la costa recortada por la bravura
de un Todo aún más poderoso, aunque persiste
ajusticiando con Historia o aletargando con Presente:
todo vale, mientras tanto, en lo eterno.
Lo crucificaron y lo volvieron humano,
y lo encerraron dentro de sí mismo,
una triste ironía enjaula la paradoja.
Cronos ahora es tiempo.
Dilapidó su nombre y sus acciones
cotizando en la bolsa de los iniciados.
















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LA LECTURA DE UN REFLEJO

Están ahí, a mis espaldas,
exhalando el azufre de su existencia maldita.
Se mofan de mi reflejo en la vidriera,
ridiculizan mi finitud y mi figura,
desdibujada por los años en cartelera
de la tragedia interminable de mi travesía.
Están ahí, adoradores
de la cúbica eternidad de los sentidos,
de los ídolos de fibra óptica,
de los espíritus apenas supuestos,
de la frágil estadía de los gozos,
de las sombras en el barniz de las marquesinas.
Están ahí, comensales
del banquete mausoleo cero calorías,
de la rabia incidida en sus vísceras,
de las palabras nubladas, reprimidas
por la dentaria razón de sus concavidades:
sólo su odiarme los mantiene con vida.
Están ahí, con mi rostro,
trazando millones de polifacéticas arrugas;
hablan con mi voz y mis silencios,
tiemblan con mi terror y mi fatiga.
Mueren con el rictus emanado por la conciencia
de no ser yos sino ser uno,
uno más, entre las piedras.