ALEXIS URZÚA, Chile

Desde el primer mensaje que recibí,
desde ese aire que por el horizonte
me llegó para acordarme de tí,
desde que he tenido la oportunidad
de volver a verte,
te odié, te odié a puños cerrados,
a crujir de dientes y tensión de espalda.

Nunca te fuiste de alrededor,
por más kilómetros que son
tu escencia, es tu escencia misma
la que sigue alrededor,
te odié desde que divisé a la lejanía
tu voz temblorosa que pedía perdón.

Te odié, te odié tanto
que mi sangre no podía seguir fluyendo
por mi cuerpo que hervía,
como mi corazón, que quería reventar,
mi boca quería palpitarte fuerte
palabras de dolor e ira.

Jamás, esa fue la palabra que elegí,
jamás, te dije cuando casi me ahogué
en tu perdón llorado,
jamás, te intenté gritar cuando fue tarde,
porque cambié al -nunca-
después de susurrarte -me besaste así-.

Te odié, te odié con esos ojos pardos,
ese cabello claro y esas manos blancas,
te odié, antes de que revivieras
tu parte que ahorqué en mí.