La vuelta de los campos - Elder Silva, Montevideo, Uruguay

Estas naranjas que sostienen la penumbra de la sala
me recuerdan a la vuelta de los campos, al atardecer,
cuando ni el oro del poniente paga la faena
de los peones naranjeros.
Las tareas de rescatar el oro de los árboles
(ese metal perfumado por el cual daríamos un
minuto de la vida.) son duras en invierno,
cuando las rutas polvorosas humean (el malation,
apesta),
y no hay tilo ni azucena en los cabellos, ni suspiros, ni coronas de rosas.
Estas naranjas, que iluminan la penumbra de la sala,
serán festín en la boca de mis hijos, risa en el aire,
justo a la hora en que regresan los peones del naranjal
en camiones mugrosos y destartalados.
Y esa desavenencia
corroe el sabor de las naranjas en mi lengua
y explica en parte este poema.