El momento después - Clara, Argentina

Bostezaba la última renuncia
tu boca sin tiempo.

Traía la desprejuiciada ambivalencia
del que ya acabó
y ansía situarse en el punto final
de la agitación.

Cada músculo, cada hebra de tu
cuerpo, ensayaba la duermevela
hipnótica de un canto de sirenas inaudible
y visceral.

Dormía tu trino de hombre en
el letargo sinuoso del kilómetro cero
de mi columna de humo.
Dormías, reclinado sobre
mi espalda como una carga leve
que se atesora, giba humana
balsámica y esencial.

Soñaba entonces mi sueño
de tierra adentro
y la fertilidad del campo,
desbrozado, receptivo y tierno.

Soñaba, contigo, amor,
mientras tu aliento oxigenado de
amor somero y vasto traía
a mi memoria dormida
tu sopor onírico e íntimo,

en el que tú también,
soñabas,
pero
conmigo.