El calor ardiente de los ojos
les flagela la sangre…
la mutilada sangre,
la sangre malparida de los pobres
la que no cabe acá ni allá y su lugar es no sé dónde.
Un asalto de locura
se cae de la noche
cruza el umbral de una patria desierta
arroja a quemarropa
hombres muerte feroces
contra los cartoneros
de casas latigueadas.
Su vientre desolado
es como mano parda que se atrofia
impotente
con pies marrón-oscuro-tierra hundidos en dolor hasta la historia
pero
el cartonero lleva prendida de un alambre su esperanza
el corazón le crece pálido
herrumbrado
pero tenaz.
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