LOS
INDÓMITOS
De
los lechos y los ardores, indómitos,
en las calles y en las copas de los árboles,
contra el siempre y el jamás, contra,
indómitos de sombras inmensas
y de burlas profanas a las modas y a los
turnos
y a todo lo vetusto por animosidad.
Indómitos, antes y después de las noches,
y sobre los días y las mañanas claras,
cabalgando o descalzos, con o sin cielo azul,
indómitos de desconsuelos y delirios,
indómitos,
de vocablos y tierra húmeda
entre los dedos de los pies.
De las negaciones a todo lo negable,
como un no de grito y de eco y de puño,
entre las praderas y el asfalto gris,
entre el canto y las chispas candentes,
sin encastres ni cuerdas, indómitos,
para el mal tiempo y la injusticia terrenal;
en las ojeras desquiciadas y en el desvelo
poeta,
indómitos de espejos rajados y miel.
Nacidos de las ingenuidades, desposeyendo
destinos y gravámenes e impuestos a la larga
vida,
como un soplido de savia y de ofensa
a los afirmativos cómodos y a los olvidos
programados,
y a los sofás y a las muñecas de plástico,
y a los consumos y a las estadísticas,
y a los amores embalsamados;
indómitos, como los colibrís.