Ariel Aloi


LOS INDÓMITOS

 

 

De los lechos y los ardores, indómitos,

 en las calles y en las copas de los árboles,

 contra el siempre y el jamás, contra,

 indómitos de sombras inmensas

 y de burlas profanas a las modas y a los turnos

 y a todo lo vetusto por animosidad.

 Indómitos, antes y después de las noches,

 y sobre los días y las mañanas claras,

 cabalgando o descalzos, con o sin cielo azul,

 indómitos de desconsuelos y delirios, indómitos,

 de vocablos y tierra húmeda

 entre los dedos de los pies.

 De las negaciones a todo lo negable,

 como un no de grito y de eco y de puño,

 entre las praderas y el asfalto gris,

 entre el canto y las chispas candentes,

 sin encastres ni cuerdas, indómitos,

 para el mal tiempo y la injusticia terrenal;

 en las ojeras desquiciadas y en el desvelo poeta,

 indómitos de espejos rajados y miel.

 Nacidos de las ingenuidades, desposeyendo

 destinos y gravámenes e impuestos a la larga vida,

 como un soplido de savia y de ofensa

 a los afirmativos cómodos y a los olvidos programados,

 y a los sofás y a las muñecas de plástico,

 y a los consumos y a las estadísticas,

 y a los amores embalsamados;

 indómitos, como los colibrís.