DANIEL MONTOLY


 

La canción del traspatio
Se estiró, efigie perezosa
de extremo a extremo
ocupando la cara mendiga.
Brizna a brizna,
fueron saliendo sus notas profanas
como perfumes envainados
en cacerolas de mármol.
Echaron sus torsos a la lengua,
se dieron al amor de la saliva.
En los zaguanes entumecidos
de la dentadura, hubo un canto,
una brisa letal del esófago:
Puente sin cobijo entre la idea y la sombra.
Notas suspendidas a contrapunto,
soplo pretérito, espina musical
prolongada, que incesante,
se multiplica en la boda del misterio.
Sus notas viajan tibias, invisibles,
se condensan como incienso
de imágenes retóricas.
Murmura lo que calla,
cae del cosmos narrado, a la débil
cintura de la realidad cruda.
Hay una canción maloliente
por coser en las axilas
de todo hombre sastre
para que la cante otro,
una vez que la haya visto brotar
del esófago.