FABIANA POSSE


Azúcar Negra

 

Tus acordes me laten ahora, abruptamente.
No conozco tus aromas, tus ángulos, tus transas.
Me conservo, barnizo mis huesos de tu huida.
Tu boca vale el golpe de la suerte, la manzana partida, las pepitas, los demonios.
Se lustran mis huesos en la promesa de tu audaz distancia.
Tu boca vale este latido insomne como desnudos dedos de ninfas en puntillas
sobre mi piel papel, escribiéndome.
Ayer mientras dormía, desolada y enredada,

me dejabas en la nuca tu tierno vicio como beso.
Si me derivo en tu río y le canto un tango rufián a tu humedad.
Y si me pierdo entre tus aguas como si fuera la primera.
Y si en vez de peinarte trenzas te peino relámpagos.
Y si arriesgo tu luz y me preño de vos

y hacemos la verdad en vez de hacer el amor.
Y si de golpe me marchitás diciéndome entre chaparrones:
que no me prometés ni un cuarto que dé al jardín,
ni ser en tu testamento heredera de tus excesos,
que ni helada ni aturdida ni descalza ni invisible, comerías de mis alas de mi hocico de mi hambre.
Que ni estrellada de licores morderías el angelado anzuelo que brota en mi espalda.

Entonces, seré la última mujer

que vea nacer peces desde el fondo de la tierra.


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Presagio.

 

Antes de mojar la arcilla, antes de nacer del barro,

había que rodar sobre el césped de la perra magia.

Había que cabalgar los fantasmas amados.

Había que reírse de las flores masacradas en la ansiedad del vórtice.

Y darle sentido a estos peces alocados que llevamos en el vientre.

Había que aspirar los crujidos insolentes del alma.

Había que confirmar ese pacto en que tu lluvia y la mía

sonaban gemelas

dentro de este universo tiernamente iluminado.

Entonces

para llenar los huecos del instante

debimos primero censurar la daga del silencio.

Para ver

primero debimos cerrar los labios

y dejar que estallaran aquellas plegarias azules.

Para crecer

devoramos la voz del mar en nuestras costillas.

Abrimos los huesos,

perfumamos los temores,

cuidamos las palabras que sangran,

desplegamos los cuerpos en espiral,

rodeamos el camino de la muerte.

Nos llovimos de verdades.


ANA LUCÍA MONTOYA RENDÓN


PARA UN LUCERO

 

Para mi nietecito,

José Alejandro Patiño Marulanda

 

 

corretean dulces versos detrás de mi lucero,

caballitos de cristal, van corriendo hasta el que quiero

tiene corazón chiquito pero inmenso como el cielo

¡van corriendo por el campo angelitos de mis sueños!

 

¿cómo pintaron tus labios y el rubor de tus mejillas?

¿como escribieron poemas en el silencio de tus párpados?

fue un artista inspirado quien dibujó bellos trazos

feliz e hipnotizado te pintó al nacer tú, mi pequeño,

 

sigue durmiendo mi niño,

sigue, que te arrullan las palomas

te miman los colores

te acarician de rosas y canela, los aromas

 

¡cómo se excitan mis versos esperando tus sonrisas!

¡ay, te quiero sonriente mi niño! qué nadie te haga llorar

caballitos por las nubes van y vienen

¡mi niño, tu caballito trota trotes, trotecitos de cristal!

 

JESÚS ALBO LARA


QUE EXTRAÑO

 

Que extraño es el momento que padece

quién intenta amar en silencio consentido,

su amor es gran dolor cuando amanece

si siente que una noche se ha perdido.

 

Que extraño es tener en esa lejanía

esperanzas sublimes llenas de ilusión,

por eso mis sombras no ven la luz del día

en cada noche se ha perdido la razón.

 

Que extraño es amar como yo amo,

si en el silencio su voz escucho mas,

se que espera entre luces con un ramo

y que nunca, quizás me olvidará.., jamás.

 

Que extraño destino de las sombras

se van cuando aparece el resplandor,

se ocultan en el cuerpo que no nombras

y gritan en cada instante por su amor.

DANIEL QUINTERO


Crea esta luz y su honra

cáliz de grietas

ahora que el cielo disminuyó

el musgo del invierno.

Viaja la esperanza con ritmos impuros,

el vértigo de la emoción

en los fantasmas visitantes.

Se llueve en versos la angustia silente,

grita su olvido

en el egoísmo por sobrevivirse.

Así estipula septiembre a flor su cielo,

tal vez un año no vuelva,

desaparezca inadvertido

sobre esta ciudad que al fin siento propia

casi tanto como si nunca

me hubiera pertenecido.

MARÍA SENA


 Me parten el alma...

 

Veo en su mirada las caricias que él envía a su amada

 

y sin siquiera  poderlo remediar

  me parten el alma,

 

que llena de tristeza y temblorosa

  gime destrozada

 

y clama al cielo el bendito olvido,

 con oración callada 

 

para el dolor que, cual frio estilete,

 en sus entrañas estalla.

 

La amargura esta preñando

 de mis días, todas las horas, 

 

se recrea tenebrosa

una angustiosa desesperanza

 

y un doloroso, todo de nada,

te  embarga y atenaza

 

¡Dios! ¿ quién te enmudecerá?

¡solo la muerte con su ebria danza!

Ana I. Hernández Guimerá


AL BORDE DE LA CIMA

 

vacío

viento

nada.

 

Corro hacia ti

manos extendidas

anhelo de unirse

espera desesperanzada.

 

Cierre final

sin adiós.

 

Miradas en bruma

lápidas

silencio en llanto

flores sin aroma.

 

Muerte desgarrada

cipreses

abismo

vacío

nada.

Oscar Vicente Conde


NO SOY YO

 

Estas lágrimas

que brotan inacabables como germen

se deslizan por la piel atónita

...y la queman como miles de hogueras

mis manos inseguras se amotinan

no se conmueven

ante la inseguridad de mi rostro que espera

todo mi cuerpo en un baúl desolado

las venas con surcos sin ríos

un latido escaso persiste

en las tinieblas de mi pecho

una voz recorre mi geografía indócil

como un canto ambiguo y turbado

 

no soy yo

el refugiado tras las puertas oscuras

el que clama y nadie lo escucha

el niño que se perdió en los jardines rojizos

el mismo que vuelve

y vuelve

a traer el miedo de pies descalzos

de hambre enquistada en las mesas desiertas

los vahos de alcohol flotando sobre los silencios

 

no soy yo

éste hombre distante

que no encuentra coraje para huir de los fantasmas

para enarbolar banderas blancas hacía el cielo

parar cantar con fuerzas vírgenes

 

a veces tengo dudas