Maria Eugenia Caseiro

Desencuentro


No supo la mujer,
que habitaba en el árbol,
que el sedente tatuaje
de su nombre, con gracia
se enlazaba al de él.

No supo que el desarte
de unas manos aviesas
cercenaría el tronco
de su alianza de ayer.

Ella viaja, profana,
por ajenos parajes,
quién sabe si impasible
al orfebre ha olvidado...

O del sensible artista
que grabó la divisa
con desvelo en el árbol,
guarda memoria fiel.

Ella va por el mundo
arrastrando el silencio
de otros árboles viejos
con hojas descosidas...
Y no piensa en volver.