Bertha Carou

Es la hora en que el mar se doblega
a los ojos de quien lo mira
y las sirenas ofrecen su canto a los mortales.
Ulises bien sabía de esto
por eso es bueno a veces, acudir a Homero
también, recordar a Heráclito.
El hombre es viejo pero nunca tan sabio.
Este mar que contemplo ahora
recibe miles y miles de confesiones desesperadas
algunas lágrimas se mezclan en su seno.

Deidad acuosa
ondulante monstruo que acunas a los suicidas
a los que creen en tu fondo de algas y canciones zozobrantes
con jardines de corales en eterno vaivén
ese canto de sirenas que alguien escuchó alguna vez
desde cuándo? desde siempre, hoy está conmigo.
Te alimentas con el fluido de las lágrimas
por eso no te aquietas y tu vientre acuoso crece y crece
desde los principios de los tiempos te alimentas.
Pero no nos bañamos dos veces en el mismo mar
prefiero elevar la vista a la multitud de gaviotas
que describen el nombre de mi amado.
Acá abajo, en tu seno, se acunan los desencuentros
escribes con tu espuma la eternidad de los hombres
en catedrales transparentes
con dioses de arena;
también es acuoso el tiempo
escribo en la arena este poema imposible
y me río de la eternidad de mis escritos,
alzo un castillo para la poesía sempiterna
y de los que luchan para que brille
aunque yo viva en un cementerio de lunas
vuelvo a mirar el cielo
porque nacen gaviotas de mis ojos y son
las que se quedan
en un cuadro de Van Gogh.