Jorge Dipré

DIAS EXTRAÑOS

Miro al cielo en la noche
mientras la voz de Juliette Lewis me llega desde un rincón,
es un cielo oscuro y gelatinoso.
Algunas imágenes crean fantasmas contra las paredes del cuarto
y el reflejo en el vidrio de la ventana nos engaña.
Estamos todos, sin embargo, logro estar solo.


El día, o el mar, ha sido extraño y ahora, como la borra de un café
sedimenta y dibuja inquietantes nexos.
Dentro de poco habrán pasado diez años
de esa bisagra que sería el año 2000
el fin de los tiempos
el inicio de un mundo nuevo
el apocalipsis
el caos de la información
el eclipse de todos los idiomas
la fiesta y la guerra del mundo.


¿Dónde estaba yo el segundo en que el milenio dejó de ser?
¿Con quién? ¿Quién me amaba y en qué idioma?
¿El cielo estaba incendiado o era un lago muerto, sin estrellas como esta noche?
No lo recuerdo.
No recuerdo absolutamente nada de ese instante
que esperamos como algo trascendente.
Los astros se caerían, los misterios develarían sus claves
los cuerpos sin voluntad entrarían en el frenesí de la orgía universal


El mundo siguió rodando miserias y grandezas
el sol todavía está allí, las estrellas apenas un poco más opacas
la esperanza estrujada
el hambre como una herencia
la magia, la magia, de a poco se fue empaquetando
la vendimos en cuotas sin muchos intereses.
Otras catástrofes son anunciadas todos los días
y la vida continua.


Juliette me seduce desde la pantalla
con un mohín aniñado.
La siento desnuda, restregándome la piel de su vientre plano
esa piel lisa como un vidrio tibio.
La ventana me protege de la oscuridad del cielo
donde imagino el estallido de un hongo multicolor.


El mar es un murmullo de gente que enloquece.