Catalina Zentner - Argentina-

De tu abrazo perdido


Extravié la manera de abrazarte
en no sé que lejanas, olvidadas comarcas.
Jorge Delbravo


Se me perdió tu abrazo en el cielo grisáceo,
funesta madrugada de un febrero infecundo.

Queda un surco y vestigios,
fuente de resplandores ausentes como el llanto
que reduce a cenizas restos de íntimo fuego.

Amores tardíos senderos intrincados,
reparador atisbo, exhalación de auroras,
laberinto de espuma que mi dolor esconde.

Al perderse tu abrazo me condené al calvario,
ese sitio difuso, imprevisto, siniestro,
donde purgo la culpa de quererte conmigo.

He perdido tu abrazo en el umbroso bosque
de espectros taciturnos y árboles recortados
por la furia del viento.

Cuesta reconocerme sin el lazo de nubes
y el bálsamo de especias que contuvo mi herida
cuando el sol se ausentaba.

El invierno está cerca, la plaza solitaria,
Es noche y se ha dormido la rosa de los vientos.


Marzo de 2010, sin tu presencia.


Partiré hacia la tierra donde todo es olvido
donde nadie reclame área de pertenencia
allí la luna estrena vestido de esponsales
aguardando los pasos del amante discreto

Sin otros abalorios que una estrella amarilla
como una antigua estampa cuarteada por el tiempo
estrujaré el pañuelo que sabe de mis lágrimas
dejando tras mis pasos azucenas vivaces.

¿Habrá luz que conduzca al sitio prometido?
¿Puerto de evocaciones
guillotina de nardos
ascensiones extrañas
rituales exquisitos?

Hay misterio
en el aire flotan presentimientos
el aire no traiciona
es puro y trae aromas frutales
y me envuelve
con mantilla de nubes.

Lunes de flores blancas
húmedas de tristeza.


MIRAR LA VIDA…

Esta alma mía
en medio del mar se sintió muy sola:
tan sola que ni el mismo Dios parecía
estar entre las olas.
(Samuel Taylor Coleridge)

Mirar la vida,
así como al descuido,
desde afuera.

Entornar las persianas
para que el sol no dañe las pupilas
cansadas de volar sin rumbo fijo,
perdidas en equívoco horizonte.

Vida que no me llamas
ni siquiera me tientan tus reflejos
ni faros engañosos en tus islas.

El espacio que habito,
madriguera guardiana de secretos,
vacío donde el alma navegante
peregrina buscando a Coleridge
liberador del peso del albatros.

Mirar la vida,
hasta cuando resista tanto lastre.
(El mar gritando ausencias me reclama).




Vivo con eso.
Con la amarga costumbre de extrañarte
de sentir el vacío a mi costado
presa de azul centella
congelada
la imagen que persigo en la vigilia.

Aprendí a ser la sombra de una sombra
que resiste
se esconde
y eterniza
más allá de la gloria y la ventura
más cerca del abrazo de la muerte.

Vivir es transcurrir mientras los días
me trasladan
autómata y precaria
hacia donde los pasos me conduzcan
apoyada mi mano en el vacío
gélido
minucioso
despiadado.

(En tanto llueve y llueve y el silencio
se refugia en las páginas de un libro).