Agostina Ciccone, Argentina

quizás en algún momento supimos reflejarnos en el otro
ahogarnos en el otro
sufrir bajo la fuerza y la terquedad de un amor insano
pero lleno de éxtasis y encuentros
supimos manipularnos y dejamos que nuestros dedos recorran la piel de una ausencia
de la tuya o de la mia, no sé muy bien
y a estas alturas no importa

soportamos con una sonrisa en el rostro
los gritos que se engendraban entre los recovecos de la ciudad
y juramos amarnos
amarnos por sobre todas las cosas
por sobre las cortinas pastel y los árboles
por sobre el mar y cada gota que lo contiene

supimos desgarrarnos el uno al otro
y ser juzgados por las mariposas de mediodía
que nos maldecían y nos odiaban
supimos desbordarnos y dejar que la sangre se desborde
y las palabras fluyan -o escapen de nosotros-

tal vez era preferible olvidarnos
dejar atrás toda dicha y mirada
pero el cuerpo mismo rogaba por otra piel y otros ojos
los dedos gritaban aturdidos esperando enredarse en otro pelo
los oídos sólo esperaban escuchar la voz del otro

qué podíamos hacer contra el instinto y las células
menos que aprisionarnos sin rejas ni barrotes
y obligarnos a convertir al corazón en madera y quemarlo
pero aún así nos abalanzábamos y volvíamos a herirnos
a reir a carcajadas con un insulto clavado en las costillas
con una caricia rasgando lentamente el sueño

supimos perseguirnos y encontrarnos
y perdernos entre la gente

hasta que la gente fue más y nos devoró sin dejar rastro



una parte de mí quiere arrancar mi cabeza
y desacomodar las venas que me tejen y hacen




no es de esperar que mi silencio
se tranforme en piedra
o en puentes de mármol

hoy dijiste que el dolor era efímero
pero la crueldad de las venas me sigue cortando
-quiero saber qué tienen tus ojos y tu piel curtida
qué origina tu llanto oculto-

pero ayer el castigo no era de agua
sino de voces
ayer no era un dolor visceral y nítido
-no
el pasado no es el que duele
sino el hambre de la memoria que guardamos-

aunque escriba mi nombre con líneas y cruces
que quizá ni yo misma entienda
puedo ver que tus manos necesitan algo más
que un cigarrillo nuevo y otra copa

pero mis manos están vacías
y sólo te puedo ofrecer mi silencio