SILVIA LONGHONI - Argentina

NADA TE DEBO


Nada te debo, Amor, salvo la pena,
el herrumbre en los ojos por tanto desaliento
y la boca cerrada como una sepultura.

Cuando viniste, Eros, como ráfaga hambrienta
a libar de las rosas la miel de mi inocencia
las puertas del vergel fueron de seda
y todas las estrellas desveladas
a toque de silencio se llamaron
porque tu sueño fuera el más digno de un ángel.

Muchas veces llegaste desharrapado y triste
y otras muchas cubierto de un manto de oropeles
y la cancel abierta con la misma sonrisa
dejó libre el camino de tus pies traicioneros.

Nada te debo, Amor, salvo la pena
de haber perdido el tiempo que hoy me falta.