Las olas se van,
las olas se van paciendo
y pacificando como dos niños,
cuyas brillantes cabecitas
se pierden entre el croar de las ranas.
De la bella musa, embridada
con el mecimiento del trigal.
Lejanamente dos pastores se lamentan.
Las olas se le van, vuelven,
alguien declara su amor en la costa.
Dos pupilas se dilatan
impactadas por tanta belleza.
Una égloga se nostalgiza
y se adorna con un rocío salado.
Las olas cantan, se mecen también los oídos
de la luna aguaturma, enamorante,
parvoladamente blanquecina…
Se eleva la marea al suspirarle con ternura:
“vuelve a arrullarme como antes”
Las olas van y vuelven… como el amor.
Vuelven a destilarse contra los riscos
y a entramarse en la hojarasca crepuscular.
¿De dónde venimos sino del mar?
¿De dónde?...
¿Volveremos?...