Viejo marino, Edith Checa, España

La esencia del viento estaba encerrada en tu respiración de océano
y tus manos, retorcidas como las encinas de mi vieja huerta,
manejaban los sueños de los dinosaurios que hacen croché
en las verbenas de los gitanos.
El sol, tu sol, se esconde entre corcheas y rutas de telas de araña
en la polvorienta tarde de una buhardilla
entre libros cuyas letras cayeron de sus hojas
y pisaste soñando que era nieve.

Querías ser marino, de aquellos que rumbean las orillas
a tientas, dando palos de ciego en tinajas
de vino espeso y caliente,
sobre mesas añejas de tabaco y lágrimas.
Pero un día quedaste varado en la arena
como un pequeño carguero de baratijas impares,
como un pendiente sin lóbulo, un soneto sin libro,
un rostro sin historia, un pensamiento sin recuerdo,
un beso sin suspiro…

Alguien recogió de la arena tu piel desinflada.
Dicen, que aún perduraba dentro de ella el olor a jazmín
de las fantasías de amor de la adolescencia.