Noche de plomo para una meretriz - Lulú Colombo, Buenos Aires

Aquí en estás calles solas
plátanos y estrellas musitan:
la ninfa esta muerta.
La calle otorga y calla.
Hasta los plátanos callan.
La piel de la noche gime
cuando su cabellera negra
pinta claveles de sangre
en el triste asfalto.





PARTE 1


2004. Una escena de 1932, vuelve. Noche. Luces amarillentas. Alrededores de la estación terminal de ómnibus. La ciudad está vacía. Una meretriz y un vigilante discuten. El vigilante viste un uniforme antiguo. Quiere despejar la parada. Sólo se escucha el vocerío entre los dos.


Vigilante: La calle no es pa´ vos. Y esta calle, menos, piba. Vení. Yo te voy a ayudar. Tengo un lugar piola para vos.
Meretriz: ¡Tomatela! ¡Dejame trabajar!
Vigilante: No te hagás la arisca porque ya sabés. ¡Acordate del otro día!
Meretriz: Pero que te creés, ¿que te tengo miedo? ¡Avisá!
Vigilante: Mirá, seguí mi consejo. Tomátela de la calle. Las cosas están cambiando.
Meretriz: ¿Qué? ¿Así que ahora sos dueño de la calle, vos? ¿Quién lo dijo?
Vigilante: Cuidado con lo que decís. No te agrandés.
Meretriz: ¿ Otra vez me venís a apretar? Andá sabiendo que la calle es de todos y estoy laburando. Laburo aquí desde los catorce y vos no me vas a sacar.
Vigilante: Más a mi favor. Vos tenés que laburar en un lugar mejor que la calle. Ya te dije que te puedo ayudar.
Meretriz: Yo prefiero trabajar sola.
Vigilante: Y vos ¿quién te creés que sos para “querer laburar sola”?
Meretriz: Soy dueña de laburar como quiera y donde quiera.
Vigilante: Ya te voy a bajar los humos atorranta. Esperá nomás...
Meretriz: Si la seguís, te voy a denunciar.
Vigilante: Haceme reír un poco. ¿Sabés con quién estás hablando?
Meretriz: Aunque me cueste lo que me cueste, no te vas a salir con la tuya.
Vigilante: Este negocio no es para que vos lo hagas por tu cuenta. Pensálo.
Meretriz: Ya lo pensé. Ya vas a ver quién soy. Te vas acordar de mi para toda tu vida.
Vigilante: No me hagás reír, zorra vieja.


PARTE 2. Tiempo después. El mismo lugar. Noche. La meretriz está recostada contra una pared. Aparece una sombra. Suena un tiro. El cuerpo de la mujer se desploma.

(Un coro de mujeres fantasmales recita)

Bordadura de miedo en la piel
Pubis bordado en el asfalto
Cortesana de la noche,
dinos cuánto cuesta tu carne
corazón de carey.
¿Qué imagen tiene la imagen
de la sombra, ninfa?
Mujer de la calle, has muerto
¿quién buscó tu silencio?
Sexo para corazones rotos
mujer perdida y encontrada
dinos cuánto cuesta tu silencio
Dinos, ninfa, el nombre de la sombra
que puso carmín de plomo
y flores de fuego en tu nuca
aquella noche bajo los plátanos.
La calle y la palabra
se han juntado en tu muerte.
Viva estás en el espumoso espacio
de las palabras que te nombran
Escondite para almas devastadas
Viva, sobre los grises adoquines
la palabra y tu sombra.




(*) Del libro de poesía "Protextos - Poesía Social" - Editora Ciudad Gótica - Rosario Primera Edición - septiembre 2004.

Basado en un hecho real: el aún impune asesinato de Sandra Cabrera. Rosario, 27 de Enero de 2004.


Tristísimas


Por Beatriz Suárez
beagasua37@hotmail.com


Mientras Argentina pasaba el primer examen ante el Fondo Monetario Internacional aprobándose el desembolso de un crédito stand by en Rosario velaban los restos de Sandra Cabrera, líder del gremio de meretrices rosarinas que con un tiro en la nuca tomó el último colectivo y se fue para siempre de este mundo en un episodio no aclarado que tuvo repercusión nacional e internacional.
Lo más probable es que se trate de un homicidio en el que se sospecha que hay policías ligados y no va a ser el primer abuso cometido por parte de esa fuerza ni la primera vez de hostigamiento de policías a prostitutas, justamente en delatar estos hechos parece ser que Sandra fue pionera (por algo lideraba el grupo) y su militancia se basaba en educar e intentar contrarrestar con dignidad de denuncia lo que muchos canas querían mantener en el silencio de la calle.
La inhumaron en el cementerio "La piedad" ante una gran cantidad de compañeras de trabajo que siguieron el féretro tal vez con la misma esperanza de encontrar amparo, como cuando la calle parecía menos patinosa y preocupante porque estaba Sandra vigilándola.
Ellas perdieron a alguien querido y nosotros extraviamos una vez más la fe. Ahora el dolor se equiparó al temor y aunque cambien los jefes o suspendan a algunos la Argentina camina una vez más en 4 patas.
Echaron sobre el cajón un chaleco de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA)y le arrojaron flores de valentía por el aire, mataron nada menos que a una dirigente aunque nada tenga que ver este comercio del cuerpo con el pico y pala. Asistieron por eso mismo un hombre de trayectoria sindical como Victorio Paulón, el diputado provincial por el ARI Aldo Strada y la representante legal de la Asociación de trabajadores del Estado (ATE) María Eugenia Caggiano y pasaron además el cura Joaquín Nuñez y miembros de AMSAFE, familiares de detenidos y desaparecidos, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, etc.
Ella se llamó Sandra Cabrera todo el tiempo porque así fue su vida atajando miedos y en el primer piso de ATE hizo funcionar AMMAR a la par de disparos policiales con la coherencia de quien ha conocido de cerca las desgracias.
¿Adónde va su sangre derramada, monótona y distinta de otras sangres?
¿Adónde va ese rojo que ebullía en su cuerpo cuando los regimientos de hombres le solicitaban sus buenos oficios? ¿Adónde fue el fatal encuentro entre la pasión grupal y los ojos perdidos de un sargento cualquiera?
La policía parece toda igual mientras en cada una de estas chicas hay algo diferente. Dicen que la prostitución callejera es un delito y que también lo es el travestismo pero cuando un corazón desaparece los hechos vuelven a ser interpretables ya que las leyes son ante todo enunciados de palabras de la lengua común y corriente y por ende no tiene un significado quieto, en este sentido habría que definir exactamente qué debe y qué no debe hacer la policía cosa de que dejen de salir tiros mafiosos por sus inútiles revólveres. Cosa de dejar de matar Sandras Cabreras, Migueles Duartes, etc.
Lo peor es que heredamos más miedo y menos alegría y nos sepultan a todos la posibilidad de dar batalla cierta, nos acomodan en las estanterías locas de lo que no se habla y volvemos a ser más consumidores que niños preguntones.
Te pueden matar tantas cosas en esta vida. Te puede matar una injusticia, un mal amor, la intolerancia, la avaricia a ultranza, la falta de coraje, la mentira sin traje, la falta de amarras y como diría Borges te puede matar una guitarra. Puede matarte un milico con diablura en un enero caluroso porque le dio un ataque de madrugada y la agonía es larga y rueda por todas las calles de Rosario.
No sé si este último fue el final de Sandra y si se sabía que a esta compañera la mató la policía es lógico seguir esperando la justicia como quien espera el verano para bailar en la vereda.
A Sandra no le bastó ser valiente y la desgarró la vida pero nos dejó más que antes la memoria y anotamos su nombre no en una esquina de suburbio sino en la principal de sus arterias.
No es necesario el premio Nobel para salir con lo perdido y lo recuperado a hacer la calle por una causa noble. Ya no está aquí para compartir la luna clara ni en las paredes recelosas de Pichincha, murió peleando contra la chusma en charreteras y será leyenda o una fábula a tiempo para tal vez evitar que algún soberbio cuchillero vestido de azul vuelva a hacerlo.